LOS DÍAS DE MAYO


Los fríos días de Mayo
llegaban cargados de recuerdos.
De repente, parecía que el tiempo
no había avanzado ni solo un segundo.
Y él volvía a estar en el mismo banco
en que lo sorprendió esa mirada dulce
que antecedió a una sonrisa radiante,
que recién había empezado a descubrir.
El aire fresco ruborizando sus mejillas
y el abrazo inevitable
que se regalaron los cuerpos.
La tranquilidad de sentir sus frágiles brazos
apretando con fuerza descomunal.
Le gustaba volver a escuchar
sus pasos vibrar al lado de los suyos.
Y sentirse nuevamente en ese refugio seguro.
Los días de mayo
tenían ese aroma de nostalgia
que desempolvaba algunos sueños.
En esos momentos volvía a ser

ese adolescente inquieto
que nada sabía de miedos.
Los fríos días del mes de Mayo
eran tan especiales
que podían abstraerlo
a una realidad que quizás no existía.
Esos atardeceres llenos de colores
en los que el cielo parecía ser el lienzo
de un artista que pinta a su antojo.
Los días de Mayo eran así

fugaces y eternos al mismo tiempo.

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