SU SONRISA


Hasta el último de sus días
lo condenó el recuerdo lleno de luz
de esa sonrisa fresca y radiante.
Su boca sensual
que daba paso a la alegría,
su mirada súbita
hacia el cielo,
como agradeciendo a Dios
por aquel momento de gloria.
Luego, sus ojos encontrándolo
en medio de la gente
y posándose en su mirada tierna,
radiante de felicidad
por la sola razón
de verla sonreír.
No olvidaría nunca
esa risa estruendosa
que explotaba con cada gesto,
ni tampoco su locura
transformada en canto.
Todavía tenía intacto en su piel
el calor de sus manos suaves,
sus dedos finos y delicados
que escondían mil secretos
que al rozar las manos de él
se descubrían al mundo.

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