LA MALDICIÓN


En aquel sitio sucedían cosas mágicas.
No existía ningún tipo de rivalidad,
ni entre humanos ni entre animales.
Era tanta la buena vibra que perros y gatos
solían buscarse no para pelear,
sino para andar ladrando y maullándose mutuamente
como si hablaran el mismo idioma.
Las gallinas dejaban sus huevos
a merced de los zorros
y de los ladrones de dos patas,
porque sabían que nadie los tocaría.

No existían partidos políticos
ni se celebraban elecciones
porque el pueblo no necesitaba
elegir entre candidatos fotogénicos y mentirosos,
ya que las autoridades se proclamaban a viva voz
luego de un gran banquete del que participaban todos,
incluso los niños, quienes a gritos decían el nombre
de la persona más noble y apta para el gobierno
que conocían, la cual siempre se sorprendía
por tan inmerecido reconocimiento.

Eso si había un mal que aquejaba al pueblo,
una especie de maldición.
Los ancianos decían que era un castigo del cielo,
producto de la codicia y la miseria humana,
que desde tiempos inmemorables,
en que los hombres empezaron a actuar como animales,
peleándose entre ellos sin razón algún;
épocas en que los maridos golpeaban y mataban a sus mujeres;
los niños eran capaces de odiarse entre ellos
y romperse con malicia los juguetes;
las amigas organizaban
encuentros furtivos con novios ajenos;
los viejos eran abandonados a su suerte
en casas comunes tan pequeñas
que en las habitaciones tenían que dormir de pie;
había caído sobre este lugar.
Fue tanto el odio, que las nubes
no soportaron la densidad del ambiente
y marcharon, desaparecieron.
El cielo entristeció y se llenó de oscuridad,
mientras que el sol se quedó dormido.
Un frío glaciar, y una sequía desértica
se apoderaron del pueblo, y la gente
ya no tenia fuerza para odiarse.
La mayoría de ellos se la pasaba llorando,
los niños ya no jugaban, los viejos ya no recordaban.
Pero dos almas tuvieron
la osadía de amarse
en tiempos de odio, sequía y llanto.
Prometieron traer de nuevo a las nubes
y despertar al sol, si el cielo decidía bendecirlos.
Y fieles a su palabra, dieron su vida por un mundo mejor.

Desde ese día estaban condenados a amarse.

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